jueves, septiembre 21, 2006

Me la quedo yo...

Esa capacidad que se pierde con los años, que la madurez nos quita y que dejamos de lado cada vez que nuestras experiencias nos hacen creernos sabios.
Aquella que nos dejó ver las cosas extraordinarias de la vida, que nos dejó seguir creyendo que todo se mueve por razones que pueden estar fuera de la lógica y lo poco o mucho que ciertamente logra el cometido.
Los niños la acumulan por montones, nos hacen participe de gestos y movimientos a los que ya les hemos perdido el respeto, los mismos que por no pecar de tontos o estupidos dejamos de hacer. Y al hacerlo somos aún más tontos o estupidos, porque justificamos todo lo que no es posible entender.
La capacidad asombrarnos, de sentirnos invadidos por momentos de inocencia tan propia de los pequeños; asombrarnos por lo que es, por lo que esta, lo que se fue y lo que pasa; sin preguntar o explicar.
Nos dejamos asombrar por todo lo malo y no por lo sencillo, nos dejamos asombrar por lo matavilloso y no por lo corriente, nos dejamos asombnrar por todo lo que se ve y no por lo que se dice. Ya no logramos maravillarnos por el color de las cosas, sino por las cosas de cierto color.
Si dejará de asombrarme dejaría de crecer, si dejamos de asombrarnos veriamos todo normal y la vida sería gris.
Pasa que cuando pasan los años y se llega a cierta edad, la gente se asombra y teme;
pasa que cuando los años pasan y la edad llega y se queda la gente no se asombra y teme;
pero cuando todo pasa y lo que queda es temor, uno valora el asombro y todo pierde razón.
La capacidad de los niños, la ternura, la incongruencia, la inocencia, esa, esa me la quedo yo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

QuE rAydO Se CoMpRe UnA cAnChA pAra QUe jUeGeN DE lOCaL

TiGrEs En las BuEnAs y eN Las MAlAS